martes, 19 de mayo de 2009

ESPECTADORES DE GUIÑOS Y COMPLICIDADES

Por Laura Rinaldi.
Docente de la Diplomatura en Comunicación Política.
Centro de Comunicación La Crujía.

Los intercambios entre políticos y periodistas en la televisión no se modifican en la campaña electoral. El cuarto poder se erige en vocero de la vida pública a partir de la video-política y, desde este 2009, construye el debate. Gran Cuñado convierte en comedia el drama televisivo y una vez más los políticos acceden al convite.

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En las épocas de los planteos sobre la libertad de prensa y el cuarto poder, en la primera institución del sistema democrático, los medios (los diarios de entonces) se erigían en voceros de la vida pública. Los partidos políticos, los funcionarios y los candidatos se esmeraban entonces por controlar cuánto de esos canales de la vida pública respetaban o distorsionaban sus palabras y sus discursos, y cuánto de la opinión de los ciudadanos se colaba a través de las palabras de los periodistas.
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Más adelante, con la denominada video-política, o neo-tv o tecnopolítica, la idea de construcción de discursos “para” los medios y no ya el reflejo comenzó a ser una idea aceptada por todos en la interacción del espacio público. Que en esa interacción los medios dejaron de ser meros “canales” y comenzaron a imponer agenda, a participar con protagonismo en esa instalación, también tiene una larga historia.
Pero no había ocurrido, o al menos no con tanta fuerza, hasta esta campaña 2009, la percepción de construcción absoluta, por parte de los medios, del marco y los términos comunicacionales del debate. Aún en superioridad de condiciones, los medios seguían siendo, hasta ahora, una parte de la interacción con quienes pretendían, desde el espacio público, representatividad política.
Que los políticos hablaban “para” la televisión era algo que estaba asumido en cualquier asesor de campaña. Que el hablar para los militantes tuviera un circuito distinto que los discursos previstos para la prensa era una constante desde la reconstrucción democrática en Argentina. Pero que los políticos hablen de su caracterización en los medios como centro de su campaña, es una novedad en un espacio público cada vez más atravesado por el mercado.
No todos los personajes que hoy integran Gran Cuñado (Ideas del Sur) son candidatos que disputan bancas el 28 de junio, pero todos son caricaturas de dirigentes que tienen en común su asidua visita a los medios. Su alta exposición en programas periodísticos no es un dato menor para entender los usos que hacen los medios de los políticos y los políticos de los medios.
La mayoría (sino todos) los programas periodísticos políticos de la televisión actual se construyen sobre la base de un único género: la entrevista y una sola modalidad: en piso. Por lo tanto, la presencia de un dirigente requiere no solo de su aceptación, sino de una participación activa que comienza por movilizarse hasta el lugar donde se graba la entrevista. A veces esta subordinación de los políticos a la televisión se vuelve aún más evidente cuando la cámara enfoca al dirigente que espera su turno para ser entrevistado, mientras se realiza otra entrevista.
Algunos querrán ver una excepción en personajes como los de la Presidenta de la Nación y el ex presidente Néstor Kirchner o, incluso su hermana, la ministra Alicia Kirchner. Pero es una excepción sólo en apariencia: ya que en este caso se suma a la voluntad de estar en pantalla, la decisión de controlar todas las variables televisivas empleando el canal público (lo que reflejó muy certeramente la construcción del personaje de Cristina en el programa de Tinelli). Como sea, varios -sino todos- de estos personajes son los de más apariciones en las pantallas de canales porteños.
En el mundo de la comunicación, son conocidos los esfuerzos, incluso económicos, de los políticos por aparecer en los medios, aunque a menudo los periodistas muestren como logros profesionales la presencia de personalidades de la política en sus programas. Estos “toma y daca” discursivos, estos intercambios, en los que políticos y jefes de prensa, por un lado, y periodistas y productores por el otro, hacen “como si” estuvieran proporcionando a los ciudadanos y ciudadanas la información necesaria para la toma de decisiones, son cada vez más una puesta en escena con mayor o menor éxito, pero que con matices y diferencias, se parece cada vez menos a la circulación de información pública y cada vez más a un escenario con actores cuyos papeles están definidos, cuyos textos están guionados y cuyas poses y movimientos están estudiados.
En ese interjuego de la pantalla, habitualmente asistimos al drama de una realidad que se mira y discute desde diferentes posiciones. El diálogo de periodistas y políticos son intercambios muchas veces egocéntricos, que convierten alternativamente al ciudadano en un espectador, un objeto de estudio o un territorio en disputa, pero muy pocas veces en el destinatario de una información con la cual deberá evaluar, reflexionar y decidir sobre lo público. Lo de Gran Cuñado, en cierto sentido, convierte en comedia el drama televisivo al que estamos acostumbrados. Y una vez más los políticos acceden al convite.
En estos días, la cobertura mediática que hacen los programas de la tarde sobre “Gran Cuñado” tiene más que ver con el circuito intratelevisivo que se desplegaba por los “Bailando “ y “Cantando” por un sueño. Hoy no son guerra de vedettes ni divorcios de estrellas de la movida tropical, sino candidatos y candidatas aceptando, capitalizando y/o censurando sus imitaciones y estereotipos. Se trata de aceptar la lógica que otros proponen.En esta campaña, se trata de subirse al escenario más que de construir política, y sólo pueden entrar y permanecer en escena aquellos que son parte del “elenco estable” en la relación pautada con los medios. Elenco que no siempre coincide con quienes encabezan o lideran propuestas políticas.

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